El cable

A veces la vida se empeña en quererte, a pesar de tu terquedad, de tu sordera y tus ruidos. Vas por ahí como Alicia en la obra de Lewis Carroll, dudando qué camino seguir, aun sin tener decidido adónde quieres llegar. El sentido común casi nunca es el más común de los sentidos… Da igual la inteligencia, la bondad, el dinero o la belleza; cuando no ves, no ves. Entonces, si eres afortunado, la vida te señala con el dedo y, colmada su paciencia, harta de tu ceguera, te manda una señal. Empieza suave, como una buena madre comprensiva y consentidora, con palabras bonitas que deberías escuchar. Pero tú ni siquiera oyes, sigues a lo tuyo hasta que la dulce madre saca su lado duro, esa famosa zapatilla, y te da una hostia, sin siquiera esperarla, sin anestesia, y te grita a la cara mil verdades: ese amigo no te conviene, ese hombre o esa mujer no te quiere, tu sempiterna condición de gilipollas… Una retahíla de contrariedades que, de primeras, no aceptas ni crees y sigues a lo tuyo, un poco mareado, eso sí, como cuando algo te reconcome por dentro, pero te colocas los tapones en los oídos y sigues cavando la fosa. Hasta que a la buena madre, esa que nunca se rinde contigo, no le queda otra que cortarte el cable de Internet.

«¡Eh! ¿Qué ha pasado?», rechistas.

Frente a ti, la pantalla aparece negra. Ni juegos, ni gaitas… Negro como boca de lobo. Te ves obligado a mirar en otra dirección, a levantarte de la silla y seguir el cable para ver dónde está el fallo.

Y lo ves. Porque a veces la vida tiene algo reservado para ti, aunque no te lo merezcas, y te zarandea hasta que la escuchas y encauzas tu camino hacia lo que eres, hacia lo que amas, y poco a poco curas tu alma. Y es justo entonces cuando te conecta de nuevo el cable de Internet. Agradecido, te olvidas de la oscuridad, sonríes y te centras en ti, en lo que vales, en lo que eres y en todo lo bueno que tienes. Te sientes tocado por un ángel y te preguntas: «¿Por qué yo?».

Porque quizás, después de todo, no eras tan mal hijo. Sí que te lo merecías.

2 opiniones en “El cable”

  1. Nada más sano, más necesario, más imprescindible que quererse uno mismo, a partir de ahí la vida discurre de otra manera, bajo otra óptica.
    Gran texto, cargado de puros axioamas, que cual dardos certeros debieran hacernos a todos replantearnos muchas cosas

    Le gusta a 1 persona

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