La caja vacía 

Recientes estudios científicos aseguran que el cerebro del hombre y el de la mujer, lejos de ser iguales, distan mucho de parecerse en determinadas facetas. En primer lugar, el tamaño. Resulta que el del hombre es algo mayor lo que, para fastidio del macho humano, no supone una mayor inteligencia ya que tamaño y capacidad intelectual no son directamente proporcionales. Lo que ocurre en realidad es que los cerebros de ambos sexos funcionan de manera diferente. El del hombre en compartimentos estancos, una especie de cajas, alojando cada una de ellas una materia determinada. Siendo así que encontramos: la caja del fútbol, de bastante capacidad, la del trabajo, algo mayor en los adictos, la de su madre (nuestra suegra para mayor abundamiento), la de la comida, la de la bebida (también de enormes medidas) y la del sexo (dícese de esta que también es enorme, pero que puede encontrarse medio vacía o medio llena según el optimismo del que mire).

Cuando el hombre entra en una caja es como si las demás no existieran. Se olvidan de ellas, de ahí que casi nunca les duela la cabeza y sin embargo provoquen fuertes jaquecas en las de las mujeres. Pero el macho humano es aún más interesante de lo que ya llevamos visto, porque junto a estas cajas y justo en el centro de todas ellas, tienen otra, la principal y de mayor tamaño: la caja vacía. Allí es donde se encuentran cuando les preguntas algo, lo que sea; cuando se cabrean con el jefe, cuando el niño no quiere hacer los deberes, cuando les regañas o les pones una película romántica. La caja vacía, un portento de la genética y la evolución de las especies, un desahogo medioambiental, un sistema ecológico de ahorro de energía.

Por eso, amigas, cuando les preguntáis a vuestras parejas: en qué piensas??? Y a la quinta vez os contestan: en nada… No le busquéis tres pies al gato, no os están mintiendo, sencillamente no piensan en nada. Están en la caja vacía. Es su modo de aislarse, de eliminar el estrés. Seguramente les suben hasta las defensas porque no se alteran pensando en esto o aquello. Tened en cuenta que hay una caja que trae de cabeza a la totalidad de los hombres: la de la economía. A un considerable 90% , la del fútbol, algunos, digamos un 50%, tienen también una de automovilismo o de toros, a elegir , esa es libre y la rellenan según las costumbres de su pueblo.

Según la edad, la del sexo va pasando de ser caja activa a caja pasiva y el 100% vive en un ir y venir de la de la comida a la vacía, sin apenas notar el traspaso.

Sin embargo, el cerebro de la mujer es algo más pequeño, igual de inteligente y carece de cajas, con lo que toda la información va de un lugar a otro sin cesar, sin orden ni concierto, como un eterno tiovivo que te marea y te marea hasta que caes rendida llevándote por delante al más pintado… Y toda esta información se halla como sostenida por una energía bestial llamada «de las emociones». Si no gritáramos, lloráramos, inventáramos historias de celos absurdos, escribiéramos o habláramos sin parar, incluso de tonterías sin importancia, de critiqueos varios o de ropa y complementos,  dicen que explotaríamos. Y creo que es cierto. Por eso, amigos varones, cuando vuestras parejas femeninas os pregunten: qué piensas? No os asustéis; no es que se hayan enterado de que habeis ido al bar de pilinguis de la esquina o que os habéis gastado el dinero en sandeces de deportes. Aún no. Según la cara que pongáis se enterarán  tarde o temprano. Es simplemente que necesitamos hablar, tenemos el cerebro a punto de explotar y carecemos de una caja vacía donde refugiarnos. Ojalá la tuviéramos, estaríamos todos más tranquilos. Porque en nosotras, el trabajo, los hijos, la madre, la peluqueria, la ropa, el dinero y su ausencia, el sexo o su deficiencia, el silencio de los maridos, el amor y el dolor… todo es un continuo golpear en nuestras conciencias que piden a gritos esa evolución de la hembra humana que la libere de sus fuertes emociones. Y ya con la regla ni os cuento. Así que, hombres del mundo, escuchadme: lleváis toda la vida creyendo que envidiamos vuestra fuerza y supuesta superioridad masculina , en suma, vuestro pene. Y no sabéis que lo que realmente envidiamos es vuestra puta caja vacía.

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