Tener o no tener

Nunca es tarde para aprender, todo lo contrario, a medida que vamos cumpliendo años  adquirimos más conocimientos de todo tipo: culturales, emocionales y racionales. La experiencia acumulada de libros leídos, idiomas aprendidos, estudios cursados, trabajos realizados, países visitados, culturas diferentes… Todo ello va impregnando nuestra piel y nos ensancha la mente, aportándonos una perspectiva del mundo muy distinta a esa primigenia con la que crecimos y que, erróneamente, creíamos que era la única. Todo ayuda. Pero lo que más enseña, sin lugar a dudas, es cuando la vida te da una patada en la boca y te pone de nuevo los pies en la tierra. Es entonces cuando aprendes qué es lo importante y, sobre todo, a quién le importas. Porque puede suceder que tus circunstancias, favorables un día, pasen al siguiente a ser espeluznantes, o al menos diferentes, y eso ya asusta, si no a ti, sí a tu público, que ni siquiera el más viajado suele ser tan ancho de miras como se le supone. Y tú puedes estar estupendamente, a pesar del cambio de circunstancias, mejor incluso que en la época boyante, pero no, tu público no perdona, no señor, porque es justo en ese momento cuando empieza el juego de «tener o no tener», juego que no hay que confundir con la famosa película de Howard Hawks, «Tener y no tener», que, si os fijáis,  lleva la copulativa y no la disyuntiva… A lo que iba, cuando tus circunstancias cambian, por lo que sea, y te ves obligado a reinventarte de nuevo con tu experiencia por todo lo que has trabajado y los muchos y valiosos contactos que ya tienes, a algunos de los cuales, quizás, has hecho enormes favores, te sorprendes porque no tienes miedo, ni siquiera estás incómodo, sino que te sientes como Leonardo di Caprio en «El renacido» y piensas que es una buena oportunidad para luchar por esos sueños que hace mil años dejaste a un lado para «triunfar». Hay que joderse…

Y entonces, digo, cargado de ilusión te pones manos a la obra. Y eso está bien, sobre todo si para cumplir ese sueño no necesitas a nadie, o para ser benévola diré: a casi nadie, porque parece ser que es de obligado cumplimiento que los «amigos» empiecen a carburar y darle vueltas a ese juego de «tener o no tener». Porque una cosa está clara y es que ya no tienes carguillo que les sirva de aliciente y acicate para tenerte en su lista de personas que proceden, también llamadas convenientes, y comienzan a hacer cábalas con la duda eterna de si tu cuenta corriente que imaginaban siempre inflada, de donde tomaron prestado unas veces y otras muchas directamente se invitaron, seguirá estándolo. Otro problema añadido es que tampoco están seguros ya de si,realmente, tu pareja te quiere o si eran meras imaginaciones suyas y si realmente tienes o no tienes un futuro prometedor.

Tener o no tener, esa es la cuestión. Y tú, que, como digo, eres un iluso porque sigues teniendo sueños, te preguntas: «¿Por qué ya no me llaman algunos de los que antes se mataban por hablar conmigo? ¿Por qué posponen día tras día un sencillo café?».

Sencillamente es que ahora ya no saben qué hacer contigo, entiéndelo, ya no tienes el carguillo… Y eso parece ser que viste mucho;  tenerlo, digo. Sin proponértelo has trastornado, aunque solo durante unos instantes, a alguno que otro porque, claro, a ver si van a contar contigo y luego resulta que no les trae cuenta.

Durante un tiempo, breve como el de ellos, te cuesta entender todo este juego de tener o no tener porque tú, estúpidamente ajeno a la meritoria que has perdido, sigues creyéndote la misma persona. Pero no, ellos no lo ven así. Necesitan una certificación bancaria con saldo y movimientos y un contrato proforma que contenga la promesa de otro pronto carguillo para invertir su tiempo, ya sea en una llamada, un café o en estrechar la mano, con la seguridad de que eres alguien que «sí tiene».

Y es que como dice el viejo blues de Jimmy Cox, popularizado por Bessie Smith: «Nobody knows you when you’re down and out».

Hasta aquí todo claro y ni qué decir tiene que hay honrosas excepciones, unas esperadas y otras no, lo cual gratifica bastante. Pero claro, el problema de entendimiento se presenta cuando tú, más que de tener o no tener, eres de ser o no ser: leal, coherente, consecuente, honesto, honrado, desinteresado, de corazón noble y sobre todo buena persona, buen padre y buen amigo; atributos todos ellos que no entran en el juego de tener o no tener porque, realmente, si me pongo a pensar en este juego, lo único que me importa es la vergüenza: si se tiene o no. Todo lo demás me lo paso por el forro y al que no le guste, que se joda porque puestos a aprender, ya he aprendido.

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