De quita y pon

Hay expresiones que se repiten de forma invariable a lo largo de los tiempos y llegan hasta nuestros días encerrando una enseñanza o un consejo que, de ser un poco inteligentes, deberíamos escuchar con atención. Una de estas frases es  De gustibus non est disputandum, adagio latino, erróneamente atribuido a Cicerón, ya que por su latín, nada clásico, más bien parece haber surgido en la Edad Media. Significa «Sobre gustos no se disputa» y su equivalente más exacto en castellano sería «sobre gustos no hay nada escrito» o «para gustos hay colores».

Y lleva razón; los gustos personales de cada cual son tan subjetivos que resulta una pérdida de tiempo discutir sobre lo que a cada cual le parece mejor o peor, bonito o feo. A unos les gusta el fútbol , a otros, la espeleología, están también los que prefieren el yoga y los que se conforman con el sillón ball. Hombres que solo se ven con traje y corbata y otros, mucho más casual, que van con sus vaqueros caídos enseñando la hucha cada vez que se agachan. Mujeres que no salen ni a la puerta sin maquillar y perfumar y otras que con un chándal y unos tacones creen que la elegancia está asegurada. Conviven en el mismo planeta los amantes de los documentales de la 2, los de la lectura y los que se sientan delante del televisor deslumbrados por un grupo de analfabetos funcionales que gritan, se insultan y escupen salivajos. ¿Y qué decir de la música? Raro es el que no afirma categóricamente que la ama, pero mientras unos se quedan extáticos escuchando a Beethoven, otros rumian con el reguetón. Y si profundizamos más, un hombre puede ser un adonis para una mujer, mientras que para otra, será un adefesio. Palabra que también empieza por a, pero no significa lo mismo.

De manera que, ya se trate de colores, moda, música, deportes, cultura, gastronomía o belleza, sobre gustos no hay nada escrito y buena prueba de ello es que a mí me encanta el brócoli… Pero somos humanos y nos ilusiona que a nuestros amigos, sean estos de verdad o no, porque con las redes sociales ya no sabemos a veces ni con quien tratamos…  nos ilusiona, decía, que nuestros gustos coincidan con los suyos. Por eso, cuando subimos a Facebook  o a Instagram un post cualquiera, ya sea la foto de un perro, una playa o una iglesia románica, y nos dan un estiloso «Me gusta» o, como dicen los modernos, un like, sonreímos felices porque hemos tenido aceptación entre estos amigos que conocemos o no.

Pero lo más curioso de todo es que los gustos, tan difíciles de cuadrar con los del prójimo, tienen otro «además», y es que cambian. ¡Hay que joderse! Cuando crees que sabes lo que les gusta a tus amigos, estos dejan de serlo o quizás no lo fueran nunca o lo siguen siendo, pero van y vienen, se muestran y se esconden, como esas mangas de quita y pon que llevan algunos abrigos, o esas figuritas de la estantería del salón que solo aparecen cuando nos visita la suegra, o mejor aún: esos likes que un día te ponen y al siguiente te quitan, no sabes si porque les ha cambiado el gusto o por miedo al qué dirán los otros, aquellos que son sus amigos, de ellos, que no tuyos, y a los que maldita la gracia que les hizo tu post … Que también es posible, porque nunca llueve a gusto de todos.

Así que, mientras compruebas que sus gustos son de quita y pon, entras en una vorágine de gustos y disgustos, de likes y dislikes, de amigos y enemigos… Hasta que, sabiamente, te cansas, subes otro post y dices: «¡Que le den por culo a Cicerón!»

2 opiniones en “De quita y pon”

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