La sincronía de los elementos 

Un día la lavadora, aún antes de finalizar su programa, empieza a pitar con desesperación. Acudes mosqueada, le pulsas los botones sin ton ni son, puesto que, yo al menos, solo he aprendido el manejo y no su ingeniería, oculta a mis neuronas. Pulsas y pulsas pero no responde. Contemplas el tambor y ves toda esa ropa empapada de agua y jabón. En esos momentos imaginas escenas que no has vivido de mujeres lavando ropa en el río y, asustada, das un pequeño golpe en susodicho electrodoméstico, como si de una varita mágica se tratara,  con la descabellada idea de que se arregle. No hay tu tía… Cabreada golpeas dos veces y, por alguna maravilla de la casuística, la lavadora empieza a moverse. Suspiras de alivio y vuelves al sofá pero a los cinco minutos la máquina traidora vuelve a joderse. Definitivamente está más acababa que la Falange, quieres recordar cuándo  la compraste y piensas cuánto  costará una nueva… No crees que sean más de cinco años pero de repente recuerdas tu edad verdadera, no la que quisieras tener, y te percatas de que la lavadora va ya por doce…

Resignada decides comprar otra. Sacas la ropa, llenas el lavadero de agua, te mojas los pies y pones todo pringado.

Y solo cuando acabas de fregarlo todo y enjuagar esa ropa en diversos barreños de colores desgastados, es cuando vuelves a la cocina y la ves inundada de agua. Y esto? te preguntas con taquicardia. Porque lo que quieres es descansar de una agotadora jornada sonriendo a diestro y siniestro para vender algo que no sea tu cuerpo serrano…

 Como el viajero que busca el nacimiento de un río, sigues  el curso del agua que te conduce  hasta el lavavajillas. Una luz encendida avisa de que algo le ocurre, pero a saber qué es . Buscas las instrucciones, pasas páginas hasta encontrar un idioma inteligible y cuando lo hallas, lees con atención pero no entiendes nada. También está estropeado.

A todo esto se une que acabas de cambiar de coche y junto a la hipoteca te llega cada mes esa famosa «letra «. Dicen que la letra con sangre entra. Esto es aplicable no sólo a la lectoescritura sino también al pago de los plazos del coche nuevo.

Exhausta, acudes a un centro comercial. Los platos bien pueden fregarse, pero …y las sábanas y resto de ajuar textil? Eso es peor…

Optas por comprar la lavadora, pagar la hipoteca y la letra del coche. Atraviesas la planta de complementos  y echas un vistazo: nueva temporada, bolsos maravillosos se meten por tus pupilas sangrientas de tanto querer ver los precios sin ponerte las gafas… Y comprendes que este año no toca renovar el armario.

Suena el móvil, lo sacas del bolso viejo, emocionada por si es alguien a quien merezca la pena oír, pero el sinvergüenza se te escurre de las manos y cae al suelo haciéndose  añicos el cristal. Te acuerdas de Newton y su famosa ley de la gravitación universal. El teléfono ha sido atraído por la gravedad de la Tierra y te sienta como una patada en la boca. Coges el móvil, pruebas a llamar, parece que funciona, pruebas el whatsaap, no va ni de coña y por supuesto , el Facebook tampoco, algo del todo insoportable.

Un cristal cuesta una pasta. Coche, lavadora, lavavajillas y móvil… Qué será lo siguiente? Porque está claro que existe en este mundo una sincronía de los elementos, una especie de burla del Universo por la que todos los electrodomésticos y demás artículos de uso cotidiano se ponen de acuerdo, supongo que conectados por alguna extraña fuerza telúrica, y se escachifollan a la vez, de manera que el producto de sus masas dividido por la ley de la gravedad o sabe Dios qué fórmula mágica, nos da un resultado claro: te han jodido, pero bien … Y piensas … El cristal del móvil ??? Tal vez un chino….

Y es que el que no se conforma es porque no quiere …

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